Monarquía
absoluta
La monarquía absoluta es una forma de gobierno en
la que el monarca
(lleve el título de rey, emperador, zar o cualquier otro) tiene el poder absoluto. No
existe en ella división
de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial).
Aunque la administración de la justicia pueda tener una autonomía relativa en
relación al rey, o existan instituciones parlamentarias, el monarca
absoluto puede cambiar las decisiones o dictámenes de los tribunales en
última instancia o reformar las leyes a su voluntad (La palabra del rey es ley).
Nombra y retira a sus asistentes en el gobierno a su
voluntad. La unidad de todos los poderes suele considerarse justificada por
considerar que la fuente del poder es Dios y que los monarcas ejercen la soberanía por derecho
divino de los reyes. No hay mecanismos por los que el soberano
(que no reconoce superiores) responda por sus actos, si no es ante Dios mismo.
La monarquía absoluta se desarrolla históricamente
en la Europa
Occidental a partir de las monarquías
autoritarias que surgen al final
de la Edad Media con la crisis de las monarquías
feudales y el predominio que adquiere el rey en relación a todos
los estamentos.
Monarquía constitucional
Monarquía
constitucional es una forma de gobierno
donde el monarca
ostenta la jefatura del
estado. Es un poder de mediano carácter simbólico, puesto
que se encuentra regulado por una ley, con frecuencia una Constitución.
También, se caracteriza porque el rey o la reina tienen un papel de moderador o
árbitro en los conflictos políticos del Gobierno,
habitualmente, elegido democráticamente.
Por oposición a la monarquía
absoluta, la ciencia
política distingue entre monarquía constitucional y monarquía parlamentaria.
En las monarquías constitucionales, el rey conserva el poder soberano o
bien lo comparte con el pueblo al que concede una serie de derechos mediante
una carta otorgada o constitución. En cambio, en las monarquías parlamentarias
la soberanía reside, en su práctica totalidad, en la voluntad popular, siendo
el monarca una figura esencialmente simbólica. El ejemplo clásico de monarquía
constitucional es el Reino Unido
de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que no posee una
constitución codificada, sino un grupo de leyes que forman su constitución.
Aunque las actuales
monarquías constitucionales son en su mayoría representativas de sistemas
democráticos (monarquías constitucionales democráticas), históricamente
no siempre ha sido así. Muchas de las monarquías han coexistido con
constituciones fascistas (o
en la práctica fascistas) como en Italia (desde 1861, una monarquía
constitucional regida por el Estatuto
albertino de 1848, pero que a partir de 1922 convivió con el
régimen dictatorial de Benito Mussolini) o
Japón
(la Constitución japonesa de 1889 atribuía amplios poderes militares y
políticos al emperador),
o con dictaduras de
Gobierno militar como en Tailandia,
en 2007.
La monarquía
constitucional fue un paso intermedio o evolucionado ante la aparición de las
primeras repúblicas
modernas como Estados
Unidos y Francia
especialmente en el siglo XIX. Se pretendía pasar de monarquías absolutas,
máximas representantes del Antiguo Régimen, a
monarquías parlamentarias con un poder limitado.
Conclusión
La monarquía absoluta es una
forma de gobierno en la que el monarca (lleve el título de rey, emperador, zar
o cualquier otro) ostenta el poder absoluto. No existe en ella división de
poderes (ejecutivo, legislativo y judicial).
Monarquía constitucional es
una forma de gobierno donde el monarca ostenta la jefatura del estado. Es un
poder de mediano carácter simbólico, puesto que se encuentra regulado por una
ley, con frecuencia una constitución. También, se caracteriza porque el rey o
la reina tienen un papel de moderador o árbitro en los conflictos políticos del
Gobierno, habitualmente, elegido democráticamente.
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